Después de aquel beso en sus ojos pude ver una tristeza quizá parecida a la mia.
Nos habíamos encontrado después de alguna tempestad en la orilla de algún mar cansado. Unimos nuestras soledades a ver que pasaba en el camino. Pero no pudiste quererme porque no soy ella y yo tampoco puedo quererte porque no eres ella.
Nos mirábamos desesperadamente buscando algún residuo de un amor distante, y aquellos amores nuestros se alargaban como las sombras de las estrellas en la inmensidad y nos tocaban como fantasmas que no quieren ser olvidados.
Nos besábamos a ver que pasaba, nos queríamos a ratos y a ratos nos olvidabamos; nos manteníamos de intentos y nos cansábamos también.
Lo cierto es que nos faltaba todo y nada nos sobraba. Pero, con todos los enredos sentimentales y los todos los silencios, nunca, nunca nos dijimos mentiras.
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