Que cotidiano efecto producías en mí antes de mirarte, pensaba en alguien más y era más
fácil despedir una llamada y contestar otra. Era la rutina del cuerpo que se entrega, el espíritu saciado con rapidez;
era el llegar, salir, caminar moverme en el espacio de lo simple y lo brutal.
No creía en ángeles, y pensaba en el cielo como la repetida y lenta extensión
de silencios, compuesta por las almas
difuntas llenas de luz, despreocupación y apatía.
Solo de
extraño notaba que al terminar la tarde había un vacío inquebrantable, y una
necesidad de buscar con la mirada un verso desplegado en el aire, una
respiración, algunos ojos tristes que me angustiaran, que me sacaran de mi indiferencia, de la tortura del tedio. Pero ese ensueño tardío me hizo desear
regresar al estado de mis ocho renglones anteriores, y empujó mi inspiración al
extremo, al precipicio angustioso de pensar en mucho y no poder decir nada, al
estado absurdo del deseo reprimido, del dolor de un beso que nunca se
humedecerá en ti.
Después de saberte, deseé eso y no desee nada. Y me
preguntaba si aquel ser que concibo
inanimado, te hizo llorar adrede,
para mandarte a mí; para hacerme sentir
y pensar que el cielo ya no es más lóbrego
ni brillante, sino que se parece a tus ojos tristes, y que el purgatorio
es tu ausencia y tu voz mi tierra y tu
saliva es el éter y tu abdomen mis sueños, y que tu y
solo tú, bajaste el nirvana a mi
trance. Y entonces cuestiono que si eres real, o si por el contrario soy yo un
sueño lejano, un personaje más de alguno de tus escritos, de los que sepultas
en el armario y que has traído a remendar, y sólo te hablo desde tu invención,
rogando insistentemente que escribas que mañana quieres verme, y sacarme, sacudirme, borrar sobre mí, y volver
a corregirme, y que eres feliz al sostenerme en tus manos y que quieres saber
también si soy real y puedes sacarme de aquellos papeles, y reescribirás de
algún modo que yo te necesito para existir en coherencia, y que te extraño y tú
lo sabes y que como todas la tardes después de verte ya no se qué haré después
de las seis de la tarde.
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