El forro capilar que me
recubría y embultaba mis arterias,
Se encuentra ahora donde
nadie lo quiere encontrar.
Me sepultó el tiempo.
No me busques más.
El llanto es impune, solo te
queda él.
Envuélvete en él y encuentra
mis espejos
Entre la gente que cruza o
en todo aquello que te sabe a mí:
El guaro de la tienda, el
café caliente, el cigarrillo de menta, a seis de la tarde.
Entonces me pensaras y sentirás que estoy
allá,
Más allá de los azules del
cielo, o en la lontananza
Donde el mar da la
vuelta en su esquina oceánica.
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