miércoles, 18 de marzo de 2015

mail a las 10:56pm

Después de todos estos días, permanezco tal cual me lo pediste: en silencio, sin palabras, sin buscar lugares en común ni mirar a todos los carros que pasan a ver si por casualidad vas en alguno.
Pienso que es injusto escribirte después de todo, creo que es absurdo creer que quieras que te escriba, creo que ya no puedo mas. Y a pesar de saber, creer y pensar en todo esto que te digo, es inevitable que como ahora, a esta misma hora, sienta una ganas melancólicas y locas de decirte algo, algo como explicarte que no es vergonzoso decir tu nombre en púbico, algo como que no me avergüenzo nunca de que sepan que te amo loca y desesperadamente, algo como que estoy llena de ti en todos los sentidos y asi hablarte de esas cosas tontas que me pasan cuando te veo, son esas cosas que no me da pena decirlas. Sí, decirte todo eso. Pero recuerdo que no debo, que no quieres leerme, quizás, seguramente así es.  Entonces siento esos desesperos del caso: la espalda se me pone tensa, me duele el cuello, froto mis manos y respiro profundo, aguanto. Y de seguro que alguna mariposa estelar revolotea en mis ojos haciéndolos enrojecer y es tarde para disimular.
Parece que estas en todos lados: en mi piel, en mi respiración, en mis ojos. Ya no lo puedo disimular, ya no lo puedo negar, ya no te lo puedo escribir.

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