martes, 31 de marzo de 2015

Demonio literario

Esta es la historia, o mejor dicho una aproximación al viejo monstruo que vagaba por las calles de Cartagena.
Sus cabellos enredados y abundantes suplicaban por  un baño, una fresca brisa que tal vez calmara su agobiante pelea contra el sol de la tarde y los calores insoportables que traían los veranos eternos de esta ciudad.
Su caminar pausado, sus uñas largas, sus pies casi descalzos y un tabaco envuelto en hojas de árboles lunares. Devoraba libros y periódicos viejos, se comía la sangre de las bibliotecas como esas pequeñas sanguijuelas de rio.
Le gustaba mirar el cielo y respirar el aire de los días. Su sueño era ser poeta. Su sueño era correr  por los encantos de la literatura contemporánea y ganar todo el  dinero que alcanzara para comprar  la infinita basura literaria y tirarla a lo largo de la avenida Pedro De Heredia e incendiarla toda escuchando  canciones de Soda Stereo (la ciudad de la furia, para ser exactos)
Tenía a cargo tres cuadras a la redonda, desde el lugar donde vivía, hasta más allá de las canchas de microfútbol del mismo barrio. Su poder era mínimo por la falta de práctica y el abandono tan evidente en que había dejado su poder angelino.
Las criaturas como Briay cuando dejan de ser presionadas por el poder celestial, empiezan a cambiar su aspecto; su poder se anula. Lo único que le queda es una capacidad única para escapar de los accidentes, huir de las peleas y las agresiones de los seres humanos.
Briay ahora solo era un humano con un leve aspecto diabólico, una especie de criatura limbica que no se puede describir a simple vista. Había perdido sus alas hacía más de 200 años. Algún Dios mezquino y olvidadizo le había dejado a su libre albedrío y él solo encontró consuelo en los libros.  
El barrio se volvió peligroso. Briaiy nunca más volvió a salir por las noches a luchar por la justicia deprimida de la ciudad.
Su barba creció un poco y sus dientes se pusieron negros a causa del tabaco sin filtro y el vino tinto de caja.
Una tarde de abril, mientras los niños corrían a bañarse en un aguacero repentino, Briay contemplaba atento el movimiento la brisa que jugaba con las gotas de agua. De repente notó que había un lugar en donde no caía agua. Parecía no mojarse y ni siquiera el piso se mojaba. Su instinto dormido empezó a despertarse. Se retiró lentamente de la ventana y bajó al primer piso a ver qué pasaba. Al salir a la calle vio un hombre parado en ese lugar, el mismo lugar que no se mojaba. El hombre estaba seco a pesar del torrencial aguacero que estaba cayendo, su aspecto de callejero le tranquilizó un poco, pues pensó que tal vez era uno igual a él. Pero no. El extraño se aproximó lentamente hasta donde Briay estaba.
-¿Eres Briay Savlé? Traigo algo para ti- El hombre extendió su mano Y le entregó una cajita pequeña, gris, de madera y con algunas inscripciones que le hicieron temblar de miedo.
-Sí. Soy ese- Respondió  Briay sosteniendo la cajita entre sus manos.
La inscripción decía “IESUS OMNIMUS SALVATOR”
El hombre se acercó más a Briay y le dijo:
-Viernes santo. Iesus nazarenvs rex ivdaeorvm me manda a recuperar tu alma. Oblitus litterarum, veni nobiscum.
Briay abrió la cajita y en su interior había dos pequeñas alas blancas cuya luz incandescente lo dejó un poco aturdido.
-Libertad, Dios, tus alas otra vez, oblitus litteratum. No volverás a estar solo- Dijo el hombre.
-¿Quién te dijo que estoy solo?- respondió Briay. Y tapando cuidadosamente la cajita, se la devolvió con una leve sonrisa en el rostro. Respiró profundamente y miró el cielo. La lluvia  empezaba a disiparse y el sol se asomaba con esa luz triste de las 4:30 de la tarde. Dio la espalda al hombre y mientras caminaba sacaba de su mochila un libro, una pequeña antología literaria de Mario Benedetti, separó algunas hojas y abrió el libro en un poema exacto, se detuvo un momento, volvió a mirar al hombre que aún estaba incrédulo y le leyó el título del poema en voz alta: “Si Dios fuera una mujer” y siguió caminando, sacó un cigarrillo y se lo fue fumando por todo el camino.

domingo, 29 de marzo de 2015

Diálogos una hora antes de oscurecer.

Hache me dijo un día que había leído un libro de Cioran y que en uno de sus apartes había encontrado una reflexión sobre la tristeza y la nostalgia. Me dijo que según el autor cuando uno esta triste, suele saber la razón por la cual está triste. Pero, cuando uno esta nostálgico, nunca sabe la razón exacta por la cual está nostálgico.
En un intento por  distinguir estos dos sentimientos, Hache hizo un análisis rápido de dos sitúaciones, me dijo:
-Hace algún tiempo mi mejor amigo se fue a vivir a otra ciudad. Supe que se iba un día anterior a su partida. Mientras me abrazaba, sentí unas ganas tremendas de llorar y un sentimiento autoritario cubrió mis ojos de una humedad un poco extraviada. Un aletazo de un pájaro moribundo que venia de alguna dimensión oscura me golpeó el pecho, en el lugar exacto donde seguramente se esconde el alma. Estaba triste, sabia que estaba triste porque nuestra amistad de tantos años de pronto empezaría a ser quebradiza como azucar, lejana y dispersa.

Para explicar la nostalgia, Hache se asomó a la ventana y apuntó con el dedo índice el cielo que empezaba a oscurecerse con las primeras aguas del año y me dijo:
-Ves el cielo? Me hace recordar una tarde de octubre, cuando estaba en la casa de...-
Permaneció un momento en silencio y de inmediato supe de quién hablaba, pero como yo sabia todo lo que le costaba ese nombre, antes de que lo pronunciara le di un golpecito en el hombro y después de respirar profundo y saltarse las 5 letras, prosiguió:
-Estaba lloviendo y yo debía irme a trabajar, pero aun así,  ni todas las excusas del mundo  me impidieron quedarme. Hablamos toda la noche y dormimos en un abrazo que a ratos era mío y a ratos de ella.
Ese día fue hermoso. Por algún tiempo, desde que ya no la veo, me acordaba de eso y me ponía muy triste porque sabia que nunca volveriamos a coincidir tan bellamente. Ahora, cada vez que se oscurece el cielo una hora antes de anochecer, siento que algo dentro de mí se nubla también. Y no se si es que extraño ese recuerdo, si la extraño a ella, o si extraño lo que era yo en ese entonces. Pienso en mis días de infancia y la libertad de esperar la lluvia a la hora que fuera. Pienso en cuantos aguaceros vimos caer sin conocernos, y mi amor se dispersa en tantos momentos, días, horas, pedazos de mi que deambulan por tantos lados, y me siento como ahora: nostálgica; extrañandome y extrañandola y extrañando ese pedazo de mi cuerpo que fue mutilado hace billones de años y que no sé cuál es y que no sé qué es y que no sé dónde está, o si volveré a verle o si moriré perdida o si ya estoy completa o si aun me hace falta aunque ya no lo necesite, aunque aún me duela un poco.
Esta vez el mismo pájaro vuelve a golpearme. Pero, ahora no sé dónde es que me golpea.


la nostalgia.

La nostalgia es una mujer vestida de blanco. Lleva las manos llenas de retazos de memoria y la punta de su vestido se ha mojado en el agua de sal.
Entonces la nostalgia esta siempre llena de recuerdos y huntada de mar.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Conversaciones de estación.

Angel- Tengo que contarte algo que me pasó.

Demián- Sí? tienes cara de estúpido, seria bueno que abreviaras o de seguro que me vas a aburrir.

Ángel- Bueno. Conocí a alguien. Es una mujer hermosa, tiene una mirada que atraviesa todo mi ser.

Demián- Sabes con respecto a lo de abreviar, era en serio. Mis problemas no son tan graves como los tuyos por lo que veo. Pero yo si acortaré lo que voy a decirte.

Ángel- Sus ojos, su piel. Ella dice que odia su piel en algunas partes pero...

Damián- seguramente habrás viajado en autobús por las noches.

Ángel- Su piel es como un espacio donde me gusta perderme...

Damián- Ayer nos cayeron 4 bandidos en uno de esos buses de las rutas nocturnas. Sus armas tenen una luz grisácea opaca que hace que a uno se le afloje la mierda en un segundo.
Sus caras, no las recordaría ni aunque se me hubieran venido encima. Solo oyes los gritos los llantos, el ruido y en segundos todo vuelve a la normalidad.

Ángel- Pero ella no se imagina que yo a la final amo mas su olor y su mirada que su sexo o su cuerpo o...

Damián- Pero no es una normalidad común. Osea, no se si me entiendes, pero, estás entero y solo puedes agradecer. Y recuerdas todos tus muertos y todos tus vivos y te llenas de recuerdos y un hueco se te abre en el pecho y recuerdas el olor de la mujer que amas y quieres llamarla y preguntarle si está bien, cuando el que casi se acabas de morir eres tu y sí.

Ángel- Ella es la imagen mas perfecta que jamas he sentido con todos los lugares de mi conciencia. Ella no me ama pero...

Damián- No te ama? Jajajajjaja. Bueno.

Ángel- No te rías. No me has prestado atención, bueno, ni yo a ti. Pero..

Damián- No. Yo no hablé para que me prestaras atención. Necesitaba decirlo, solo eso. Y no me sigas con tu cuento que desde el inicio te dije que no estaba para estupideces. Ya me voy. Y no te preocupes por esa mujer, mas bien ten cuidado. La ciudad está peligrosa. Debo tomar el bus que viene ahí, son las 12:20. Adiós.

lunes, 23 de marzo de 2015


La ultima carta.

Hasta ayer me estaba preguntando hasta cuándo seria esto? Hasta cuando iba a quererte? hasta cuándo me ibas a doler? hasta cuándo dejaría de enviarte mis mensajes, esos mensajes que ya no te alteran, ni te hacen sonreír, ni mirar al cielo?
Con todo ese montón de palabras que teníamos, con toda esa tranquilidad que me dabas y esos silencios demenciales que nos hacían olvidarnos y recordarnos al tiempo. Con todo lo que dices que no existió, con todo lo que niegas y negaste, y negaras si es preciso. Porque aquí se trata de supervivencia. De salvar lo que se pueda de cada uno: tu quedaras con tu vida perfecta, Yo... Aun intento saberlo.
Pero ya no mas. Esto no va para ningún lado, yo no voy para ningún lado. No mas poemas. No mas lugares en común. Esto realmente se me está demorando mas de la cuenta. Nunca quisiste esta luna.
Te dejo mi poesía, y la que no es mia también te la dejo. Me voy.
Te dejo el roble, las soledades, y aquí en este lado del mundo desde donde te escribo esto, una lágrima cae a la pantalla de mi celular.
Y yo que decía que habías creído en mi más que nadie, porque nunca te mentí.
La lágrima se seca, ella sola como dijo Amy, al viento, a la inmensidad de mi desolación.
Y todo queda en la humedad de una lágrima. Como si todo tu recuerdo se concentrara en esa gota mágica de agua que cae del alma.
Y luego me dijeron que solo fui tu experimento científico, a lo que prefiero no dar crédito alguno, porque es mejor guardarte con esa sonrisa última que me regalaste.
Estas son mis ultimas palabras.
"Te dejaré en tu sana paz, ya que me fue imposible seguir en esta guerra"
No pienses nunca que te olvidaré porque seria olvidar el recuerdo mas hermoso que jamas he tenido y eso, hasta conmigo seria injusto. Pero me voy. Me llevo la luna en el bolsillo y espero que esta vez no esté roto, no se me salga  cuando esté menguando.
Y escribo todo esto con el riesgo de parecer demente, pues nunca hubo un "nuestro amor" nunca hubo nada, y lo que nunca fue no tiene porque acusar una despedida.
Pero te digo adiós para toda la vida. Y... El resto del poema ya te lo sabes: "Aunque toda la vida siga pensando en ti"
Ahora puedes soltar todos mis recuerdo en el mar.

domingo, 22 de marzo de 2015

no leas esto.

Como me gustaría que un día como hoy, leyeras lo que escribo tratando de encontrarte en alguna de mis lineas.
No sabiendo que no hay una sola de esas líneas donde no estés.
 Si tan solo tuviera la certeza de que me buscas en silencio en medio de tus soledades.
O de que la sola lectura de mis confesiones te alientan a querer abrazarme. Sabría que lo que dijo tu amigo: que no me amarias nunca, de que yo solo te caía bien; que despreciabas mis saludos matutinos o la fijación por saber que estabas bien sin mi. Sabria que todo eso era una mentira.
Sin tan solo hoy pudiera verte, aunque fuera de lejos y me miraras y sonrieras, sabría que todo eso era una mentira.
Y que solo son aquellos viejos problemas con tu corazón. Y que no me olvidas, y que aun miras el teléfono a ver si te escribí algo.
Y...
A quien engaño?
Solo quiero oler tu pelo y morirme después.
Y todo lo anterior dicho no es mas que un mal poema, reinventado y moribundo que te dice lo mismo todos los días.

miércoles, 18 de marzo de 2015

mail a las 10:56pm

Después de todos estos días, permanezco tal cual me lo pediste: en silencio, sin palabras, sin buscar lugares en común ni mirar a todos los carros que pasan a ver si por casualidad vas en alguno.
Pienso que es injusto escribirte después de todo, creo que es absurdo creer que quieras que te escriba, creo que ya no puedo mas. Y a pesar de saber, creer y pensar en todo esto que te digo, es inevitable que como ahora, a esta misma hora, sienta una ganas melancólicas y locas de decirte algo, algo como explicarte que no es vergonzoso decir tu nombre en púbico, algo como que no me avergüenzo nunca de que sepan que te amo loca y desesperadamente, algo como que estoy llena de ti en todos los sentidos y asi hablarte de esas cosas tontas que me pasan cuando te veo, son esas cosas que no me da pena decirlas. Sí, decirte todo eso. Pero recuerdo que no debo, que no quieres leerme, quizás, seguramente así es.  Entonces siento esos desesperos del caso: la espalda se me pone tensa, me duele el cuello, froto mis manos y respiro profundo, aguanto. Y de seguro que alguna mariposa estelar revolotea en mis ojos haciéndolos enrojecer y es tarde para disimular.
Parece que estas en todos lados: en mi piel, en mi respiración, en mis ojos. Ya no lo puedo disimular, ya no lo puedo negar, ya no te lo puedo escribir.