domingo, 4 de enero de 2015

fin de año.

A esa hora la brisa fría se le mete a uno por todos lados. Enfría el café y los sueños. Tirita uno en medio de la noche y hace falta un buen pretexto para hablarle a la gente. Creo que en días como éstos se abren puertas de soledad por las que nadie entra mas que la soledad de uno mismo. Hay un solo carril, no hay dirección, como en los laberintos de pinos. Y si miras hacia el cielo, la alegría del mundo explota en millones de colores y formas.  La pirotecnia del alcalde convence a casi todos que sin duda es el mejor día del año.
La gente se abraza, algunos lloran, queman llantas y otras cosas en las calles; y de tantas amplificaciones con sonidos distintos no se oye musica, mas bien un grueso zumbido que imitan aleteos de insectos colosales, parece el fin de mundo y no del año. 
Estar solo no es tan malo, con el tiempo te acostumbras a preparar tu propia vida por las mañanas y seguir el resto del día sin problemas. Pero en días como esos. Solo esperas que pasen las horas ( ojala rápidamente) y no le dices nada a nadie, luego esperas un mejor momento, lo recuerdas y sonríes y si hay tiempo, lo escescribes.

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