Desde el balconcito este, la ciudad se ve como una pequeña sinfonía de luciérnagas, de repente acierta a golpearme un silencio que viene desde la lejanía. Tal vez es que todos han dejado de pensar.
Esos ruidos absurdos que producen las personas se ha escapado por un instante, y este instante lo abrazo con todos mis brazos.
El cigarro: una luciérnagas más, dormilona y malvada se mueve entre mis dedos. Pequeña y amarga. La cilueta de la muerte con forma de mago ondula hacia el cielo adormeciendo mi boca y mis ojos.
No hay luna en el cielo, la luna no me escribe, la luna me olvida, se va, muta entre la soledad, va tomando formas menos descriptibles.
He perdido todos mis poderes.
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