Estar sola en medio de la nada, el mundo girando, y tú: quieta como un único punto constante.
Llueve de abajo hacia arriba, la fuerza de la gravedad invertida hace que eleves tu cuerpo y al final del cielo unas manos te esperan y al tocarlas son tus propios manos al otro lado del mundo.
Porque al abrir los ojos todas las mañanas lo único que veías era tu rostro pegado en el techo, en las ventanas de la casa, en la puerta de tu automóvil y en mí, aunque eso era lo que más te dolía.
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