Alguna vez miró los
cursos del olvido como el lejano resplandor del mar caliente, creyó en ella. Pobre
helena no supo que a sus espaldas el olvido sigiloso se acercaba apretando el
puñal.
A helena nadie la mira y
todos creen verla. Helena escapó del Vicio, del alcohol, de las noches agitadas,
un suspiro entrecortado y Helena duerme con sus ojos cerrados, no podrá
abrirlos más.
¡Qué pena!, empaña el vidrio de la ventana con un suspiro mas,
baja la mirada. Afuera el tétrico estupor de una noche sola, eso a Helena no le
importa, prefiere sonreír y estremeciendo la mano un saludo al viento. Quiere
correr pero se queda, quiere gritar pero se calla, quiere seguir y ya no
aguanta.
Helena recorre las
calles sin pensar en el mundo después del mundo. Helena no entiende de silencios,
de muerte o de dolor, Helena me hace falta, me inspira, me asesina; Helena no sabe de soledades ni de olvidos, helena
es ausencia en la multitud, Helena llora y no sabe por qué, Helena canta y
muere de rabia, Helena estima el tiempo como un valor inerte, Helena me extraña
porque no escribe de mi, ella es angustia de eternidad, Helena vivió por mí,
para mí, de mi, con migo. Helena fue, y aun cree que es pero Helena
ya no existe…
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