domingo, 11 de febrero de 2018

La poesía, hermoso demonio.

Trataba desesperadamente de escapar de ella, se escondía entre la felicidad momentánea, saturaba su mesa de hojas por revisar. Virtuales mamotretos de obligaciones se agolpaban a diario entre su ventana infernal. La normalidad le mantenía como una droga para olvidarse de todo. Pero el tiempo retrasa lo inevitable, solo lo retrasa. Ayer, como un niño asustado vio con pánico el reflejo de su cara en un espejo roto y quiso gritar, sacó el celular y respondió varios mensajes. De vuelta al espejo un instante después volvió a sentir el dolor, ella llegaba, de abajo hacia arriba como un vidrio cortaba sus entrañas y sacaba el monstruo.