Entre el barro y las estrellas había una complicidad parecida a la que tienen los árboles y la lluvia.
Pero los ruiditos del tiempo golpearon en las ventanas entre abiertas y se metieron por debajo de las puertas, todo era cuestión de sus malas mañas, las mañas del tiempo, como muchos dicen, son viejas, mas viejas que él mismo.
Ahora nos miro desde lejos conversando entre las calles de los olvidados, pateando las piedritas y mirando la Luna de los locos.
Y por las manías del tiempo, lejos, dispersos.
Y acá entre callecitas de caracoles y corales, de cuatro pasos, ahora solo van dos.